Catequesis sobre la Evangelización:
el celo apostólico del creyente
Resúmenes de las catequesis de cada día leídos por el Santo Padre en español
Catequesis del 13 de septiembre de 2023
Queridos hermanos y hermanas:
En nuestro ciclo de catequesis sobre el celo apostólico, hoy nos acercamos a la figura de un laico latinoamericano, el beato José Gregorio Hernández Cisneros. Nació en Venezuela en el año 1864. Habiendo estudiado medicina, atendía y ayudaba gratuitamente a los más necesitados. El secreto de su fuerza y dedicación era la intimidad con Jesús, que lo llevó a gastar su vida por los demás y a ofrecerse por la paz en el mundo. Murió realizando una obra de misericordia: ir a visitar a un enfermo.
El beato José Gregorio supo dar testimonio de la fe con su ejemplo: curando a los enfermos, socorriendo a los que sufren, dando esperanza a los pobres; en todos ellos veía a Jesús. Este humilde servidor, que nunca buscó el éxito, nunca buscó los aplausos del mundo, hoy recibe el reconocimiento de la gente, que lo llama con afecto “el médico de los pobres”. Fue un apasionado testigo del Evangelio y, como tal, no siguió sus propias aspiraciones, sino que estuvo siempre abierto y siempre disponible a la voluntad de Dios.
30 de agosto de 2023
Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy, reflexionamos sobre santa Catalina Tekakwitha, la primera nativa norteamericana en ser canonizada. Cuando Catalina tenía apenas cuatro años, sus padres y su hermano menor murieron a causa de una epidemia de viruela. Ella sobrevivió, pero le quedaron algunas secuelas físicas. A los veinte años recibió el Bautismo. Esta decisión provocó incomprensiones y amenazas entre los suyos, por lo que tuvo que refugiarse en la región de los mohicanos, en una misión de los Padres jesuitas.
Todos estos acontecimientos suscitaron en Catalina un gran amor por la cruz, que es a su vez el signo definitivo del amor de Cristo por todos nosotros. En la comunidad, ella se distinguió por su vida de oración y de servicio humilde y constante. Enseñaba a los niños a rezar, cuidaba a los enfermos y a los ancianos. En definitiva, supo dar testimonio del Evangelio viviendo lo cotidiano con fidelidad y sencillez. Que también nosotros sepamos vivir lo ordinario de manera extraordinaria, pidiendo la gracia de ser —como esta joven santa— verdaderos seguidores de Jesús.
23 de agosto de 2023
Queridos hermanos y hermanas:
Retomamos el ciclo de catequesis dedicadas al tema del celo apostólico. Hoy reflexionamos sobre la evangelización en el continente americano, y ahí tenemos un modelo excepcional: la Virgen de Guadalupe. En México —como en Lourdes y en Fátima— María se apareció a una persona humilde, sencilla, a un indio que se llamaba Juan Diego, y de ese modo hizo llegar su mensaje a todo el Pueblo fiel de Dios. Ella anuncia a Jesús siguiendo el camino de la inculturación, es decir, por medio de la lengua y la cultura autóctonas, y con su cercanía materna manifiesta a todos sus hijos el amor y el consuelo de su Inmaculado Corazón.
A Juan Diego no le fue fácil ser mensajero de la Virgen, tuvo que afrontar incomprensiones, dificultades e imprevistos. Esto nos enseña que para anunciar el Evangelio no es suficiente dar testimonio del bien, sino a veces saber sufrir los males, con paciencia y constancia, sin miedo a los conflictos. En esos momentos difíciles de conflictos, invoquemos a María, nuestra Madre, que siempre nos ayuda, nos alienta y nos guía hacia Dios.
28 de junio de 2023
Queridos hermanos y hermanas:
Dedicamos esta catequesis sobre el celo apostólico a una religiosa australiana, santa María MacKillop, fundadora de las Hermanas de San José del Sagrado Corazón. Ella, como María Magdalena, se encontró con Jesús resucitado y se sintió impulsada a difundir a todos la Buena Noticia. Su celo apostólico la llevó a realizar numerosas obras de caridad, como la fundación de escuelas y hogares para los más necesitados, sobre todo en zonas rurales.
Podemos decir que el apostolado que realizó María MacKillop —basado principalmente en acompañar a las personas en su crecimiento humano y espiritual—, sigue siendo plenamente actual, ya que vemos la necesidad de un “pacto educativo” que una a las familias, a las escuelas y a toda la sociedad. Sabemos que esto no es nada fácil, también nuestra santa tuvo que afrontar diversos problemas y diversas dificultades. Pero su testimonio de vida nos enseña a confiar en la Providencia de Dios y en la fuerza de la gracia, especialmente en los momentos de cruz y oscuridad.
Queridos hermanos y hermanas, en el dolor de esta guerra hacemos una oración todos juntos, pidiendo al Señor el perdón y pidiendo la paz. Rezaremos una oración escrita por un obispo italiano.
Perdónanos la guerra, Señor.
Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de nosotros pecadores.
Señor Jesús, nacido bajo las bombas de Kiev, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, muerto en brazos de la madre en un bunker de Járkov, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, enviado veinteañero al frente, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, que ves todavía las manos armadas en la sombra de tu cruz, ¡ten piedad de nosotros!
Perdónanos Señor,
perdónanos, si no contentos con los clavos con los que atravesamos tu mano, seguimos bebiendo la sangre de los muertos desgarrados por las armas.
Perdónanos, si estas manos que habías creado para custodiar, se han transformado en instrumentos de muerte.
Perdónanos, Señor, si seguimos matando a nuestros hermanos, perdónanos si seguimos como Caín quitando las piedras de nuestro campo para matar a Abel.
Perdónanos, si seguimos justificando con nuestro cansancio la crueldad, si con nuestro dolor legitimamos la brutalidad de nuestras acciones.
Perdónanos la guerra, Señor. Perdónanos la guerra, Señor.
Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡te imploramos! ¡Detén la mano de Caín!
Ilumina nuestra conciencia,
no se haga nuestra voluntad,
¡no nos abandones a nuestras acciones!
¡Detennos, Señor, detennos!
Y cuando hayas parado la mano de Caín, cuida también de él. Es nuestro hermano.
Oh Señor, ¡pon un freno a la violencia!
¡Detennos, Señor!
Amén.
Usando el teléfono… “para estar cerca”
Siguiendo las orientaciones de Cáritas Diocesana, la Parroquia ha habilitado un teléfono de contacto, con un horario diario, para atender a las personas que, por su situación, requieran nuestra ayuda. La atención es presencial. Quien desea acudir llama por teléfono a la parroquia en los horarios indicados y se le indica día y hora de la atención.
Atenciones Primarias realizadas
Desde el comienzo de la epidemia del Covid-19, y una vez recuperarda la normalidad, se vienen realizando muchas acciones de atención según nos lo van solicitando. En este tiempo está creciendo la demanda de ayuda. Los costos de la electricidad, combustibles, alimentos, alquileres..., están dañando los pocos medios de vida de las personas con menos medios económicos.
Con apoyo y colaboraciones
Desde un primer momento hemos estado en contacto con las instituciones del municipio para coordinar las ayudas necesarias.
Las ayudas y atenciones actuales requieren medios económicos, que recibimos de suscripciones periódicas a Cáritas Parroquial y de donativos puntuales.
diciembre de 2022
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Retomando el camino de catequesis sobre la Misa, hoy nos preguntamos: ¿Por qué ir a Misa el domingo?
La celebración dominical de la Eucaristía está al centro de la vida de la Iglesia (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2177). Nosotros los cristianos vamos a Misa el domingo para encontrar al Señor resucitado, o mejor dicho para dejarnos encontrar por Él, escuchar su palabra, nutrirnos en su mesa, y así hacernos Iglesia, es decir, su Cuerpo místico viviente en el mundo.
Lo han comprendido, desde el primer momento, los discípulos de Jesús, los cuales han celebrado el encuentro eucarístico con el Señor en el día de la semana que los judíos llamaban “el primero de la semana” y los romanos “día del sol”, porque ese día Jesús había resucitado de los muertos y se había aparecido a los discípulos, hablando con ellos, comiendo con ellos, donándoles a ellos el Espíritu Santo (Cfr. Mt 28,1; Mc 16,9.14; Lc 24,1.13; Jn 20,1.19), como hemos escuchado en la Lectura bíblica. Incluso la gran efusión del Espíritu en Pentecostés sucede el domingo, el quincuagésimo día después de la resurrección de Jesús. Por estas razones, el domingo es un día santo para nosotros, santificado por la celebración eucarística, presencia viva del Señor entre nosotros y para nosotros. ¡Es la Misa, pues, lo que hace al domingo cristiano! El domingo cristiano gira alrededor de la Misa. ¿Qué domingo es, para un cristiano, aquel en el cual falta el encuentro con el Señor?
Existen comunidades cristianas que, lamentablemente, no pueden gozar de la Misa cada domingo; sin embargo ellas, en este santo día, están llamadas a recogerse en oración en el nombre del Señor, escuchando la Palabra de Dios y teniendo vivo el deseo de la Eucaristía.
Algunas sociedades secularizadas han perdido el sentido cristiano del domingo iluminado por la Eucaristía. Es un pecado, esto. En este contexto es necesario reavivar esta conciencia, para recuperar el significado de la fiesta – no perder el sentido de la fiesta –, el significado de la alegría, de la comunidad parroquial, de la solidaridad, del descanso que repone el alma y el cuerpo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2177-2188). De todos estos valores nos es maestra la Eucaristía, domingo tras domingo. Por esto el Concilio Vaticano II ha querido reafirmar que «el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo» (Const. Sacrosanctum Concilium, 106).
La abstención dominical del trabajo no existía en los primeros siglos: es un aporte específico del cristianismo. Por tradición bíblica los judíos descansan el sábado, mientras en la sociedad romana no estaba previsto un día semanal de abstención de los trabajos serviles. Fue el sentido cristiano del vivir como hijos y no como esclavos, animado por la Eucaristía, a hacer del domingo – casi universalmente – el día de descanso.
Sin Cristo somos condenados a ser dominados por el cansancio del cotidiano, con sus preocupaciones, y del temor del mañana. El encuentro dominical con el Señor nos da la fuerza de vivir el hoy con confianza y valentía e ir adelante con esperanza. Por esto los cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo, en la celebración eucarística.
La Comunión eucarística con Jesús, Resucitado y Vivo en eterno, anticipa el domingo sin ocaso, cuando no existirá más fatiga ni dolor ni luto ni lágrimas, sino sólo la alegría de vivir plenamente y por siempre con el Señor. También de este beato descanso nos habla la Misa del domingo, enseñándonos, en el fluir de la semana, a encomendarnos en las manos del Padre que está en los cielos.
¿Qué cosa podemos responder a quien dice que no sirve ir a Misa, ni siquiera el domingo, porque lo importante es vivir bien, amar al prójimo? Es verdad que la calidad de la vida cristiana se mide por la capacidad de amar, como ha dicho Jesús: «En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros» (Jn 13,35); pero, ¿Cómo podemos practicar el Evangelio sin tomar la energía necesaria para hacerlo, un domingo detrás del otro, de la fuente inagotable de la Eucaristía? No vamos a Misa para dar algo a Dios, sino para recibir de Él lo que de verdad tenemos necesidad. Lo recuerda la oración de la Iglesia, que así se dirige a Dios: «Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación» (Misal Romano, Prefacio Común IV).
En conclusión, ¿Por qué ir a Misa el domingo? No es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia; esto ayuda a cuidar el valor, pero esto sólo no es suficiente.
Nosotros los cristianos tenemos necesidad de participar en la Misa dominical porque sólo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica su mandamiento, y así ser sus testigos creíbles.
Gracias.